La disyuntiva que se presenta este año es: o tomamos el camino del cambio o profundizamos de forma dramática el patrón de atraso en el que nos sumergió el kirchnerismo.
Reconstruir nuestro país es una tarea que nos convoca a todos.
El cambio no es algo que pueda hacer un líder o un espacio político en soledad: la ciudadanía tiene que estar convencida y acompañar esta decisión.
El peligro de no intentarlo es quedar atrapados en aquello que buscan quienes protegen sus privilegios y defienden intereses corporativos: el imperio de la arbitrariedad, la desesperanza y el estancamiento.
Tenemos el coraje para construir un futuro diferente. Cambiar es más que un imperativo ético: es la única alternativa real para lograr una vida digna y plena. La vida que soñamos para nosotros y las futuras generaciones
Vamos a estabilizar la economía para desplegar nuestro potencial. Tenemos que terminar con la incertidumbre como forma de vida.
Allí anidan el paternalismo y la especulación, y crecen los límites a nuestra autonomía.
Lo contrario es un Estado que brinda seguridad, abre mercados, impulsa la competencia interna y externa, huyendo de las trampas del corporativismo y educa para la producción, la cultura y el conocimiento.
Vamos a trabajar para alcanzar niveles de desarrollo, estándares de vida y de bienestar que hoy nos parecen impensables.
Vamos a recuperar la movilidad social ascendente promoviendo la igualdad de oportunidades, el trabajo como fuente de riqueza y de dignidad, y el apego a la ley como condición de una convivencia sana.
Vamos a recuperar el orgullo por una educación de calidad en todos sus niveles.
Lo vamos a lograr en todo el país, para que nuestros chicos y chicas terminen la secundaria, accedan a una formación y graduación terciaria y universitaria, y estén preparados para adaptarse a los cambios que traen la revolución tecnológica y la economía del conocimiento.
Nadie se quedará afuera: los argentinos y argentinas trabajarán para que nuestra energía ponga en movimiento al mundo, para que el litio y la minería verde le den impulso a la transición energética y para que nuestros alimentos lleguen a cada mesa.
Vamos a reducir la dolorosa inequidad que aleja a millones de personas que habitan nuestro suelo de una vida digna de ser vivida.
Creemos sin pudor que terminar con la pobreza es un mandato ético: no admitimos el uso de los pobres para fines políticos ni cálculos electorales.
Vamos a poner en práctica el principio de justicia social, vamos a devolverle el sentido a la palabra progreso, convencidos de que el Estado debe ser justo en su parte del acuerdo con los ciudadanos y debe crear la condiciones para que se desarrolle el talento emprendedor, se reduzca la informalidad y se multipliquen los puestos de trabajo.
Nuestra visión es abarcativa y firme, ambiciosa y conectada a tierra: la democracia como un ideal irrenunciable, la austeridad y la ejemplaridad como valores principales de nuestra dirigencia, la educación y el trabajo como herramienta de progreso, la libertad de expresión como termómetro.
Somos una sociedad que quiere crecer y tiene con qué: esta es la gran esperanza de la Argentina. Jamás bajamos los brazos cuando se trata de alcanzar ideales que sabemos propios: la fe en el futuro, la libertad y la paz.
Este 2023 empecemos a construir la Argentina que podemos ser.