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El inicio del cambio

    En 2015 la sociedad nos eligió para alinear un país totalmente descarrilado.

    Nos encontramos con una situación delicadísima, con cuentas que no cerraban y con estructuras de poder inoperantes.

    Aún así, con un diagnóstico que resultó ser más grave que el que suponíamos,
    sentamos las bases de un cambio posible. Por sobre todo, iniciamos un cambio histórico que siempre supimos que no iba a ser fácil.

    Desarrollamos infraestructura clave como autopistas y rutas para que las personas viajen más seguras. Pusimos en marcha obras hídricas que evitan inundaciones.

    Miles de personas pudieron viajar en avión por primera vez gracias a que abrimos los cielos.

    Invertimos en la infraestructura de los servicios públicos y sinceramos los enormes problemas que generaban los subsidios de las tarifas.

    Logramos bajar el déficit fiscal para mejorar la competitividad de las empresas. Revertimos la balanza energética, generamos las condiciones para el despegue de Vaca Muerta y dimos los primeros pasos para el desarrollo de energías alternativas.

    Promovimos la lucha contra el narcotráfico, que había penetrado en los barrios de forma dramática en los años anteriores con la complicidad del poder.

    Batallamos contra la corrupción enquistada en muchísimas estructuras del Estado.

    Recuperamos la confianza en los datos públicos saneando el INDEC, que había sido brutalmente intervenido. Respetamos los fallos de la Corte Suprema de Justicia, aún estando en desacuerdo, porque creemos que la democracia se juega en cada decisión y en cada palabra.

    Defendimos la libertad de expresión, que había sido condicionada en los años anteriores a nuestro gobierno. Y ratificamos la importancia de la educación, impulsando las evaluaciones y los datos para reconstruir aquello que alguna vez fue nuestro orgullo. Retomamos el diálogo con naciones libres y democráticas y dejamos de pactar con autocracias que lesionan sistemáticamente los derechos humanos.

    Terminamos nuestro mandato en paz, traspasando al presidente elegido sus atributos.

    Es innegable que la situación macroeconómica y la inflación con la que nos enfrentamos profundizó la desilusión. Cometimos errores. Debimos decir claramente el enorme daño que tenía la Argentina cuando asumimos la gestión del Estado. Subestimamos las gravísimas condiciones en las que encontramos a nuestro país.

    A pesar de que teníamos claro el rumbo económico que debíamos tomar, no contábamos con la fuerza política y parlamentaria para consolidarlo.

    Pudimos hacerlo mejor, pero aprendimos de nuestra experiencia y de nuestras contradicciones. Hoy encarnamos una propuesta de la que todos nos sentimos parte.

    Llevamos orgullosos el logro de haber mantenido la unidad en una situación en la que otras coaliciones fracasan. Nos mantenemos juntos sin negar las tensiones, porque son necesarias y enriquecen los puntos de vista y las decisiones. Venimos de muchas partes: nuestras identidades políticas son plurales.

    No tenemos como valor la uniformidad; lo colectivo es complejo, pero apostamos a la conversación y a la generación de ideas compartidas.

    Somos mucho más que la convergencia de estructuras partidarias: somos la expresión profunda de una fuerza ciudadana que mantiene vivo el sueño de un país mejor.